Crónica de Philadelphia – 2nd Night

Philadelphia. Por Joan Colet/The Stone Pony & The E Street Tramps.

bruce springsteen 2012

Madre mía qué concierto! Madre de «Dios»!

Allí estaba ella, sonriente, cálida, con la ilusión y el brillo en sus ojos como los de una adolescente que va a su primer concierto. Ella eligió el «lado Clarence», como nosotros. El lado donde los destellos de la Fender te ciegan, te atraviesan el alma. Esos mismos haces de luz divina se reflejaban en los cristales de sus delicadas gafas, que tras ellas guardan años de sabiduría, de experiencia, de honestidad, de lucha y de trabajo, mucho trabajo y mucho amor.

Allí estaba ella, bailando y cantando como una fan más, emocionada y orgullosa de su hijo como si fuera a verle actuar por primera vez. Rodeada de un público que la adora, nos correspondía agradecida, con besos, sonrisas y halagos. Como cuando le regalamos la última revista con el Big Man en portada, y la ojeó detenidamente, feliz y ante la atenta mirada de su hija Virgi.

Allí estaba ella, llevándose las manos a la cabeza y sufriendo cuando vio a su hijo deslizándose sobre sus rodillas por el escenario en «Waitin’ On A Sunny Day» o incrédula cuando los fans llevaron en volandas a su hijo por la pista. Al llegar a casa quizá le regañó, la había hecho sufrir.

Allí estaba ella, la «mamma», puño al aire en «Born To Run», aplaudiendo emocionada con los brazos en alto por Clarence en «Tenth Avenue Freeze-Out» y vergonzosa bailando en la oscuridad en medio de un pabellón encendido, protagonista sin quererlo de un concierto que pasará a la historia como uno de los más recordados de los 53 «Sold Out» que acumula Bruce en Philadelphia.

Este año, más que nunca, el fenómeno Springsteen ha invadido Philly. Desde paneles publicitarios hasta su figura presidiendo el Independence Hall. Todo el mundo tiene en boca a Bruce. Desde la camarera del Moriarty’s que se asombra que hayamos ido a los dos conciertos, cuando ella ni tan siquiera conseguió entrada para uno, hasta el hombre de mantenimiento del Days Inn, que nos acecha en el parking para conocer detalles del concierto.

Por la mañana visitamos la magnífica exposición «From Asbury Park to the Promised Land», en el National Constitution Center. Frente a frente se encontraban la «Liberty Bell», símbolo de la libertad e independencia americana, y Springsteen, la voz que vela y nos recuerda constantemente los valores que esa campana desea salvaguardar.

Tras la obligada carrera por las escaleras de Rocky y una merecida comida en el Hard Rock Cafe, llegó la hora de nuestro segundo baile en el Wells Fargo Center. Se repartieron poco más de mil pulseras y el número que tocó en la lotería fue el 421. Esta noche entraban 600 personas en pit, y teníamos a partir del 786, con lo que la suerte volvió a nuestro grupo: 2 de 2.

De nuevo, mientras esperabamos en los pasillos para entrar al pit, fue un privilegio escuchar la prueba de sonido. Ensayaron, entre otras, «You’ve Got It», «Kitty’s Back» y «Streets of Philadelphia». La noche prometía.

Y la promesa se cumplió. Nada más Bruce aparecer sobre el escenario se respiraba en el ambiente que iba a ser una noche muy especial. Tras su auto-presentación sonaron dos de los hits del nuevo álbum, «We Take Care Of Our Own» y «Wrecking Ball». Al debut de «No Surrender» le toca esperar, hoy era el día de «Night», con el primer gran solo de saxo de Jake Clemons desde la parte trasera del escenario. Tras «Death To My Hometown» llegó la espiritual «My City of Ruins», donde Bruce se convierte en predicador del evangelio de la E Street Band, presentando a sus miembros uno a uno, recalcando que ellos están «in the house tonight»: los E Street Horns, la E Street Coral, Roy Bittan, Charles Giordano, Soozie Tyrell, Nils Lofgren, Patti Scialfa, Steve Van Zandt, Max Weinberg y Garry Tallent. ¿Echas de menos a alguien?… «¿Echáis de menos a alguien? Os podemos garantizar que si vosotros estáis aquí y nosotros estamos aquí, ellos están aquí» -aseguró Bruce-.

A continuación pasó a recordar sus primeros conciertos en el «Main Point», ante el delirio del público. Estaba claro que iba a obsequiarnos con una canción de la primera época. Algunos carteles compitieron asomando por las gradas. Bruce tenía en mente tocar «Blinded By The Light», pero Steve le indicó uno que rezaba: «Thundercrack for my dad in Iraq». Bruce y la banda se lanzaron a ofrecernos una espeluznante y épica versión del «Thundercrack», donde sobresalió el dúo final entre Bruce y Nils.

Tras la apoteósis llegó la solemne «Jack Of All Trades», con el escalofriante final de Nils a la guitarra, mientras Bruce cargaba con un enorme y pesado bombo. Una imagen sublime. Una potente «Trapped» significó el segundo debut de la noche, con los puños al aire atrapados en una noche que a estas alturas ya estaba siendo gloriosa. Desde la pasarela central unos alaridos intencionadamente distorsionados iniciaron «Easy Money», donde destacaron los E Street Horns y el dúo de Patti con Bruce.

Aunque en esta gira seguimos esperando la aparición de más temas de la caja Darkness, Bruce mientras tanto empieza a dar brillo al padre del «The Promise», atacando unas estremecedoras versiones de «Prove It All Night» y «Darkness On The Edge Of Town» (debut), donde Bruce y Jake destacaron en sus respectivos solos. Siguieron las inseparables «Waitin’ On A Sunny Day» y «The Promised Land». En la primera Bruce recorrió el escenario de arriba a abajo, hizo cantar a una niña y se deslizó sobre sus rodillas, demostrando su portentosa agilidad a pesar de sus 62 años de edad. Y en la segunda, tercer homenaje de la noche al Darkness, obsequiando, como es habitual, la armónica a un niño del público y donde brilló nuevamente Jake en su solo de saxo.

Para el «Apollo Medley» se sitúan en la parte frontal del escenario la E Street Coral, Jake, Soozie, Bruce y Patti. Cuidando la escenografía forman una fila racial, alternándose negros y blancos. Las partes más divertidas del Medley son cuando Jake se marca unos pasos a lo Michael Jackson y cuando Bruce se mezcla entre el público de la pista antes de ser transportado por los fans de vuelta al escenario.

El cuarto debut de la velada fue la oscarizada «Streets Of Philadelphia»‘ un guiño especial a la ciudad. Tras «The Rising», Bruce acompañado solo de su guitarra acústica abrió «We Are Alive», fantástico tema para demostrar que a estas alturas las diferentes secciones de la banda están ya completamente ensambladas y engrasadas.

«Thunder Road» cerró de nuevo el set con el público cantando a pleno pulmón como si en ello se nos fuera la vida. Ahora ya con Jake Clemons en primera fila del escenario y arropado por toda la sección de viento, convierten la parte final de este himno en una estampa que hace inevitable el derramamiento de lágrimas. Aquella imagen de Bruce y Clarence tocando en los extremos del escenario para luego acabar fundidos en aquel inmortal «beso soul» ya jamás volverá, al menos, en esta vida. Pero Bruce ha sabido darle ahora un más que honroso recuerdo.

Los bises volvieron a abrirse con «Rocky Ground» con Michelle Moore como gran protagonista. Le siguió el quinto y último estreno de la noche: una impresionante y demoledora «Kitty’s Back», en la que fueron brillando uno por uno los músicos. Fue una larguísima versión. Parecía que Bruce quería convertirla en eterna. Eterna como «Born To Run», donde con las luces del pabellón encendidas renovamos nuestro juramento.

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Tras ello «Dancing In The Dark», en la que era previsible que Bruce sacara a bailar a su madre Adele. Pero se adelantó Hannah, una niña de color, habituada a bailar con Bruce en otros conciertos, entre ellos, el del día anterior. Bruce se percató del error, la cogió en brazos y la devolvió a la pista. Hoy era el día de Adele. Antes Bruce ya nos había presentado a ella y a parte de su familia, que compartían grada. Adele, que llevaba ya la chaqueta puesta, preparada para marcharse nada más acabar el concierto, se negaba sonriente y vergonzosa a subir al escenario. Pero Bruce la convenció, se quitó la chaqueta y Patti la ayudó a subir al escenario. Bruce y su madre bailaron tiernamente frente a nosotros. No satisfecho, la arrastró hasta el centro del escenario, donde siguieron bailando y cantaron a dúo, alargando aquel momento tan especial.

«Tenth Avenue Freeze-Out» cerró de nuevo el concierto convirtiéndose junto a «My City Of Ruins» en los momentos de más añoranza y sentimiento. Llegados a la frase «and the Big Man joined the band», el escenario se quedó en silencio y el pabellón se vino abajo, con el público estallando en aplausos durante más de un minuto, mientras un agradecido Bruce nos pedía más y más. Cuando se reanudó la canción, todos nosotros y seguro que Adele también, hubiéramos extendido el homenaje al Big Man hasta donde él hubiera querido.

La noche «Kittys-crack» llegó a su fin pero Bruce se despidió con un «¡Volveremos!». Dos horas y cuarenta y cinco minutos de pasión, de derroche de sentimientos, de lágrimas, de recuerdo, de fiesta, de rock y de mirada hacia el futuro. Somos «aprendices de todo», Bruce nos sigue enseñando algo nuevo cada noche. El destello de su guitarra, como una estrella en el firmamento, nos guía a vagabundos como nosotros en el camino a seguir, igual que su madre lo ha hecho durante toda su vida. Siempre en el «lado Clarence».

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