Springsteen reconquista el Camp Nou

Springsteen reconquista el Camp Nou y reaviva su vínculo con BCN
Por Jordi Bianciotto / El Periodico

Hace casi 20 años, el 3 de agosto de 1988, Bruce Springsteen fidelizaba al público barcelonés con una exhibición en el Camp Nou capaz de marcar a una generación (o más). Anoche, el autor de Born to run asaltó, de nuevo, la cima escénica más elevada y prohibitiva de la ciudad, con unos 75.000 asistentes, según la organización. Un estadio al que solo acuden los gigantes del espectáculo y al que Springsteen volverá hoy, en el cierre europeo del Magic tour. La doble cita en Barcelona, con 150.000 personas, supone un récord ciudadano y es, al mismo tiempo, la mayor convocatoria registrada en su actual tour continental.

Fue un recital de tres horas de duración que cumplió, en proporciones equilibradas, con los compromisos adquiridos con ese público desbordado: hubo éxitos comerciales, clásicos de los años 70, material de las últimas producciones y algunos guiños a los seguidores de largo recorrido. Un repertorio que quizá ningún fan considere perfecto (cada uno de ellos tiene su propia lista de títulos imprescindibles), pero que alimentó una exhibición monumental; una nueva cima para sumar al currículo barcelonés de Springsteen.
Todo comenzó, con casi 25 minutos de retraso, al épico son de No surrender, con la E Street Band imponiendo su ley sin titubeos, marcando estilo como equipo pura sangre del rock’n’roll. La fase del calentamiento contó con Radio nowhere, Out in the street, Promised land y un Hungry heart ausente en los últimos recitales barceloneses que hizo cantar por primera vez al Camp Nou. Luego, un homenaje al rock’n’roll clásico con Summertime blues, de Eddie Cochran, y las primeras palabras del artista en catalán. «És una nit magnífica. Som-hi!», con dominio de los pronoms febles y todo.

POR LOS DERECHOS CIVILES
The river, otra pieza olvidada en las últimas visitas, y Brilliant disguise, con Patti Scialfa compartiendo micrófono con Springsteen, hicieron pensar en el recital de 1988, y Atlantic city, en versión eléctrica con toda la banda, en la gira Born in the USA. Poco a poco, se vio al de New Jersey más cómodo, estrechando manos de las primeras filas y volcándose sobre ellas. Los mecanismos de la E Street Band, con las guitarras de Steve Van Zandt y Nils Lofgren, rodaron sin fisuras en un Because the night que puso, por enésima vez, de pie al estadio.
Para introducir Living in the future, Springsteen lanzó su única alusión sociopolítica de la noche con un comentario sobre «la retallada de les llibertats civils«. Luego, las cadencias soul de Mary’s place provocaron juegos del artista con el público; brazos en alto incluidos en una muestra depurada del efecto fideuá. Tunnel of love, The rising, Last to die y Long walk home dibujaron una curva de tensión ligeramente decreciente hasta el estallido final de Badlands, superadas las dos horas de show.
Los bises comenzaron con un tótem de la era clásica de Springsteen: Jungleland, con su desarrollo casi sinfónico, gershwiniano, y el largo solo de Clarence Clemons. Más madera: Born to run (una cita fija en todos los conciertos), Bobby Jean, Glory days, la versión guitarrera de Dancing in the dark… Y una tanda final de ritmos festivos con la céltica American land, con violín de Soozie Tyrell, y un lúdico Twist and shout prolongando el festín. Otra gesta de Bruce Springsteen & The E Street Band en Barcelona. Habrá más: esta noche, a partir de las 21.30 horas.
(Foto: Ricard Cugat – El Periodico)

El Boss desata el entusiasmo en el Camp Nou
Por Luis Hidalgo – El País

Ocurre cada vez, cada vez es prácticamente igual pero siempre acaba siendo emocionante como la primera vez. Se apagan las luces del estadio, la multitud brama como exigiendo un esfuerzo a sus tripas y entonces

aparece él. Esta vez lo hizo con 20 minutos de retraso pero nadie dijo nada, limitándose la multitud a responder a los tres saludos que hizo dese el centro mismo del escenario: «Hola Barcelonaaaaa». Era Bruce Springsteen, de nuevo él, de nuevo en Barcelona y de nuevo resultó emocionante. Empujó con sus pulmones el ya famoso «one, two, tree, four» y No surrender marcó el inicio una nueva celebración con el Jefe. De nuevo en casa.

El público estaba en pie, dejando claro que en los conciertos de Springsteen se paga el asiento sólo para descansar antes de que comience el recital. Con todo el estadio en pie, presidido por la «senyera» y la bandera norteaericana que remataban los laterales del escenario, Sprignsteen atacó Radio nowhere para poco después desatar ya del todo la alegría del Camp Nou con Out in the street, pieza en la que Clarence Clemons sintió el cariño del público barcelonés al irrumpir en el tema con su saxo. El calor era asfixiante pero la música hacía que el público sólo se fijase en que a esas alturas de la actuación, justo en los inicios, el Jefe ya estaba empapado.

Y lo notó porque en la siguiente pieza, The promise land, Springsteen se paseó por el frontal del escenario dejándose ver aún más cerca al tocar una armónica que el públcio le pedía con carteles que ya llevaba preparados ante la eventualidad. Él, claro, la regaló tras la pieza. Hungry heart volvió a desatar la locura colectiva y antes del Summertime blues, Springsteen recogió algunos carteles mediante los cuales el público le solicitaba temas. Así, más adelante improvisó las interpretaciones de piezas como Janice don’t you lose heart, Waitin’on a sunny day o Backstreets, fruto directo de los deseos de la audiencia y por supuesto no incluídas en el programa que la E Street Band debía tener bosquejado.

Con detalles como este, Sprignsteen sometió a una multitud a la que sólo ofrecía, tal y como es costumbre, un espectáculo basado en la entrega. Todo el mundo se sabía las canciones, todo ese mundo de jóvenes, personas adultas, sexagenarios e incluso septuagenarios que se dieron cita en el Camp Nou. Debe ser que Sprignsteen es como el fútbol, gusta a todo el mundo. Gestos como besar a Patti Scialfa tras Brilliant disguise, dirigirse al público en catalán, así presentó Livin’ in the future y en este idioma saludó en repetidas ocasiones, o dejarse caer en las primeras filas para ser sostenido por el público durante la interpretación de Mary’s place son gestos que ayudan a calar, ablandando cualquier resistencia -e incluso olvidar que fue Bruce quien musitó a Patti que apoyara la cabeza en su hombro en un gesto que pareció demasiado calculado-. Pelillos a la mar.

Con el concierto lanzado a toda velocidad, era sólo cuestión de ver cómo iban cayendo los himnos del Jefe. The river llevó a las parejas a mirarse; Because the night hizo cantar hasta a los vendedores ambulantes de cerveza; The rising puso a levitar el estadio. Ese era Springsteen, un rockero al que si en cierta ocasión se le vió cansado, al fin y a la postre ya no es un chaval, se le vió siempre superándose para abordar una nueva pieza exigiendo todo de pulmones, estómago y garganta. Ese punto físico, rotundamente masculino, agreste y noblote es la marca de la casa, sin duda una de las causas que provocan el inmenso impacto emnocional que provoca Springsteen.

El tramo principal del concierto acabó con una categórica Badlands, tras la que Jefe y banda desfilaron a camerinos para regresar a los bises con la emotiva Jungleland, presentada al ser captado en las pantallas un cartón con el nombre de la pieza sostenido por un seguidor… El delirio en forma de Born to run que convirtió el Camp Nou en una inmensa fideuà de brazos alzándose al cielo. Un espectáculo, una vez más el espectáculo, el más sencillo espectáculo del mundo: el rock & roll . Y se llamó una vez más Bruce Springsteen. Quién lo vea en su segundo concierto, que espere lo mismo, pero con otras canciones.

La noche quedó ensombrecida por el casi centenar de personas que no pudieron ver el concierto porque habían comprado entradas duplicadas. La mayoría de los afectados son de Vilafranca del Penedès y habían adquirido las entradas en puntos de venta oficiales.

El «Boss» enamora de nuevo a Barcelona en una noche histórica
Agencia EFE

Luces apagadas, la emoción contenida de 70.000 personas y un grito en un catalán casi perfecto: «¡Hola Barcelona! ¿Cómo estáis?». Bruce Springsteen ya tenía el público en el bolsillo antes del «1, 2, 3, 4» y arrancar con «No Surrender» un concierto histórico en el Camp Nou.

Tejanos y camisa negros, el «Boss» empezó así su primer de los dos conciertos que llevarán a más de 140.000 personas en el campo del Barça (mañana ataca de nuevo) para poner fin a su gira europea de presentación de su último trabajo, «Magic», que salió a la venta el pasado otoño.

Empezó veinte minutos tarde, algo de agradecer después de los tres cuartos de retraso en el Bernabeu, y acabó regalando las tres horas más rápidas de música que muchos catalanes y barceloneses recordaran.

Como clásico ya de esta gira, «Radio Nowhere», de «Magic», encajó como segundo tema de un comienzo electrizante, con el rockero estadounidense acompañado de nuevo por los músicos de su E-Street Band, ya tan míticos como el Jefe.

Entre padres de familia, jóvenes entusiastas que lo acaban de descubrir y personas que seguro se acercaban a los sesenta años, el «Boss» supo darles los temas de su vida: «Out in the Street», «Promised Land», «Hungry Heart» o «Tunnel of love».

Tuvo que tocar la celebradísima «The River», que con su armónica y la doce-cuerdas de su inseparable Steve Vand Zandt, siempre con su pañuelo en la cabeza, Springsteen consiguió enloquecer a un Camp Nou donde no cabía una mosca.

El «Boss» sabe como llegar a su gente, y más cuando delante tiene a un público que desde el histórico concierto en el 1981 mantiene un idilio, una relación de complicidad, admiración y devoción por ambas partes que raramente encontrará el rockero en otro sitio.

Ya lo hizo en San Sebastián y en Madrid (martes y jueves pasados), y en el Camp Nou también recogió las propuestas del público para improvisar el repertorio.

Así, a gusto del cliente, Springsteen tocó «Janey», «Don»t you lose heart», «Waiting on a sunny day» y «Back Streets», enseñando en cada momento las pancartas donde algún fan había escrito la canción que quería que su ídolo tocase.

Bruce Springsteen se ha caracterizado siempre por ironizar un poco sobre el patriotismo de su país y reivindicar la falta de derechos en Estados Unidos, así que no sorprendió cuando presentó la siguiente canción, hablando en catalán, claro.

«Esta canción se llama «Looking at the future» («Mirando al futuro»), aunque habla de ahora. En América hemos tenido un retroceso en las libertades civiles, ¡y tenemos que luchar!», exclamó para sacar un grito gutural de la masa.

Quizás uno de los momentos más mágicos, de máxima sintonía entre el «Boss», su energía sin edad, y la incansable insistencia por más y más del público, llegó con «Mary»s Place», cuando incluso se pegó un «sprint» atravesando de lado a lado el escenario y acabando deslizándose de rodillas, olvidando sus 58 años.

No faltaron «The Rising» para recordar el concierto de 2002 en el Palau Sant Jordi, que se editó en DVD, ni «Badlands», con la que terminó el grueso del concierto antes de los bises.

Y no se quedó corto en la segunda y definitiva tanda. «Jungle Land», el delirio con «Burn to run» y «Bobby Jean», pero nada comparable con la inolvidable «Glory Days», que culminó con un sensual movimiento de trasero ante las cámaras.

Faltaban aún «Dancing in the dark», «American Land» y «Twist and shout», acompañado por chicos y chicas del público en el escenario, que es fija últimamente para cerrar sus actuaciones y que supo adaptar a «La Bamba» para acabar de la mejor manera una noche mágica de rock, recuerdos e idilio «Moltes gràcies, Barcelona».

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