El Largo Camino a Berga

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Por Jose, el Maquinista de la General.

Prólogo por Jero :

En primer lugar, agradecer a Stone Pony, todas las atenciones y facilidades que nos habéis otorgado, para la confección de este modesto artículo, en especial a Pau y Gloria, a Paco y Ana, y por supuesto a Xavi que hizo realidad un sueño.
Este es un largo camino que empezó allá por los inicios de los 70′ y que aún hoy no ha finalizado.
Jalonando el camino nos encontramos este sábado 17 de Abril, en Berga para reencontrarnos con aquellos que son nuestros auténticos «blood-brothers», a los que tanto tiempo no veíamos. En este largo camino, ha habido de todo y para todos, dándonos la vida aquello que realmente merecimos, entre otras cosas el buen gusto por la buena música, sin más y volviendo a agradeceros este grato encuentro, el “Maquinista de la General” os ofrece un artículo sobre los prodigios que aquella noche acontecieron.

La Crónica:

Dicen que Elliott, era un chico de Manhattan, que por la noche recogía ecos de guitarra y trozos de versos abandonados y se los llevaba a casa ¡Juegan tan sucio ahí afuera! pensaba Elliott, y se tumbaba frente a su televisor, sobre aquel sofá tapizado de marchitas flores californianas, y apagaba el televisor, porque aquel televisor solo funcionaba cuando él no estaba en casa, y enchufaba a los viejos Velvet en su stéreo, mientras aquellos ecos y aquellos versos a los que había dado cobijo, le susurraban historias con el característico tono nasal de los cantantes callejeros, y aunque las palabras eran confusas, él las entendía perfectamente mientras se le ocurrían un par de acordes que le estimulaban los sentidos abriéndose paso a través de la oscura y lluviosa noche que adivinaba tras las ventanas.

Dice que Jose, era un chico de un lugar del que él, nunca ha hablado y que fue en ese lugar donde empezó a beber el buen vino de los buenos perdedores. De todas formas, dicen que ese lugar, no era Manhattan ni tampoco California, y que el chico rezaba todas las noches para que Papá Noel o alguno de sus corresponsales, le dejaran un buen tocadiscos stéreo debajo de la cama. Y dicen que todas las mañanas se levantaba con la esperanza de que sus ruegos hubiesen sido escuchados, pero lo único que encontraba eran piedras chamuscadas que evidenciaban que el diablo le había visitado de nuevo, y que efectivamente tan ilustre personaje habitaba en el infierno, y que trataba por todos los medios de arrastrarle hasta él. Pero dice que Jose no abría nunca la correspondencia y que en su alma se acumulaban mensajes no contestados mucho antes de que se inventaran los SMS.

Dicen que mientras tanto, Elliott, el chico de Manhattan, entró en una época de inspiración en la que fraguó los tres primeros discos de lo que luego sería una dilatada carrera musical. Y se le abrieron muchas puertas, al tiempo que otras se le cerraron; me refiero a esas puertas que se cierran cuando uno cree que tiene más vidas que un gato. Y Elliott empezó primero a desenvolver regalos, no sin una cierta mueca trágica, y tras esos regalos vinieron otros que traían hombres a los que distraídamente se les caían monedas de las manos.

Y el chico de Manhattan aprendió a mirar hacia otro lado, mientras seguía pensando ¡Juegan tan sucio ahí afuera!. Y eso era precisamente lo que Jose pensaba también mucho antes de conseguir su primer tocadiscos, aunque en la actualidad siga pensando lo mismo. ¡Pero éste llegó por fin! y con él todas las posibilidades de escuchar la música que antes sólo había podido escuchar a través de la radio y cuatro cintas prestadas. Y el carrusel de vinilo empezó a girar a su alrededor, y a partir de entonces sus amigos se llamaron Bob, Jerry, Jimi, Neil, Peter, Lou, Ian, Jon …………….,los cuales le acompañaron a través de un mundo que para él no tenía sentido sin la música. Y de la música, como de una lámpara mágica, desenjauló paisajes, leyendas, conejos blancos y negros, asuntos terribles, amores disparatados, sueños imposibles colgados de la cuerda de la ropa… Arnold Lane cambió de nombre y entre psicoanálisis de color rosa abandonó el mundo en una alfombra voladora solo para locos. Dylan montó un circo y algo divertido se aprovisionó de buena cantidad de verdades y mentiras, que cada noche contaba de manera diferente. Y dicen que Jose agarró de la mano a un muerto de risa, he hizo suya diferentes cabezas que le dispensaron de tener que hablar por sí mismo.

Y en esas estaba el muchacho, cuando alguien deslizó unas cuantas historias de Asbury Park por debajo de la puerta de la habitación de ninguna parte. Los espectadores habían subido al escenario. El teatro se había cerrado en círculo, y la luna que se había colado sin pagar no quería perderse ni una nota ni una palabra; cuando uno anda confundido por la vida, la noche le respeta más que a nadie, y ese es su secreto, y el poeta sabe eso y mucho más, cuando consigue que la luna escupa en sus textos, y puede soportar la muerte de cuantas reinas salgan a su paso, y es entonces cuando las almas perdidas le indultan las quejas mientras todos beben en las fuentes del rock&roll, porque además mientras tanto un ángel ha dejado una señal de prohibido el paso, en la calle donde la pequeña chica encontró al juglar que le dedicó una canción; y la luna gorrona hizo añicos miles de espejos para que nadie se quedara sin su pedazo de canción; esa canción desde la que poder seguir escribiendo sus propias vidas sin sentir que alguien juega su última carta apostando en su lugar, barajando su propio destino, mientras aquel músico seguía deambulando por Asbury Park y se convertía en su mejor cómplice.

Y esto y otras cosas entraron a formar parte de la vida de Jose, que continuó recibiendo cartas de villanos ocultos bajo sus capas de dignidad los cuales pretendían tener su propio patio de baile para contar destinos. Pero Asbury Park también tenía una canción para él, y la luna gorrona también le trajo su pedacito de espejo para que no se sintiera tan solo, y le presentó un método para descarriados que le llevó a un lugar desde el que ya casi no podía escuchar la música.

Eso sí, le llegaron noticias de que aquel músico de Nueva Jersey arrasaba en todos los escenarios del mundo, y se alegró por él, porque se lo merecía. Y mientras trazos felices, cómicos o desgraciados iban dando forma al personal espejismo de Jose, Elliot, que a fin de cuentas es el principal motivo por el que escribimos este artículo, se había ganado un prestigio internacional a nivel musical que para sí quisieran muchos. Y pasaron los años, y algunos se quedaron por el camino. Los que resistimos ya no estamos tan ágiles, pero seguimos siendo fieles a un espíritu y a una música que nunca nos ha defraudado ni nos defraudará. De hecho, gracias a ella seguimos vivos para contarlo. Y para corroborarlo, sólo tenemos que trasladarnos al día 17 de Abril de 2010 ¡casi nada! Sábado memorable en el que algunos de la vieja guardia nos reunimos para rendir tributo al gran Elliott Murphy.

Elliott Murphy, Elliott, es uno de los músicos más honestos y agradecidos respecto a sus propias raíces e influencias que hayamos tenido el privilegio de escuchar. Pensad que en la mente de Elliott, no solo bulle su propia música, sino la de aquellos a los que nunca dejó de reconocer :Lou Reed, Dylan, Rollings, Springsteen. Todos ellos suenan desde un tiempo colectivo, en el que las letras de las canciones parecen haber recibido algún tipo de hechizo a través del cual poder llenar el vacío de un mundo anodino y convencional. ¿Dónde están las luces y las sombras de Manhattan? Los que hemos hecho de la música una compañera de viaje sabemos que en todos los caminos los músicos verdaderos se reconocen entre sí. Y el Sábado 17 de Abril de 2010, uno de esos caminos nos llevó a un local de Berga llamado La General. Dicho sea de paso, en todas partes siempre habrá alguien que tenga un recuerdo para el gran Buster Keaton. Y siempre es de agradecer. Como también es de agradecer que tanta gente joven reconozca que Elliott Murphy sigue siendo el Héroe de Manhattan, el hombre que dictó su propio destierro para asegurarse de que jamás se traicionaría a sí mismo.

Murphy ha conseguido sacar el máximo partido a la guitarra «acústica». Y podemos y debemos precisar lo de acústica entre comillas porque el sonido que arranca de ella (no olvidemos en tal labor la fantástica aportación de su compañero Olivier Duran), posee unos matices tan diversos que tan pronto nos sumergen en las cavernas exclusivas de los mismísimos Velvet Underground, como nos transporta a la exageración de unos arabescos californianos punteados por los dedos del autor de una «silva de varia lección» que deja que su discípulo predilecto diga la última palabra. Y sin temor a que le arrebate ningún protagonismo, le espolea en una batalla de superación yo diría que sin precedentes en un autor tan deliciosamente descriptivo y emocional como es Elliott Murphy, que ha conseguido arroparse de una banda de sólo tres componentes, sin contarle a él por supuesto, que le proporciona todo el respaldo que necesita.

Cuarenta días y cuarenta noches sonó como una declaración de independencia abriendo un concierto en el que fueron ensartados veintidós temas como en hilo de rosario musical al más alto nivel. ¿Es el viejo ladrón de trenes el que canta? ¿Es el forajido que esconde su tesoro? ¿Habla del ama de casa soñando con montar a caballo a través de la pradera? ¿Quién no ha soñado con ser un forajido, en el metro de Nueva York?. Virtudes y defectos empiezan a hacer efecto en el primer café ¿Demasiado cerca del Bronx? Las notas de Olivier chocan entre sí como canicas excitadas. ¿Alguien recién llegado está descontento? No hay malas maneras que tengan sitio aquí. No le preguntes a Sally, ella no ha venido. La maravilla brilla de nuevo. Difícil es el gesto. ¿Tienes a tu hombre de confianza? Pues atiéndele a él y no dejes de divertirte. Olvida a las que tienen las pestañas demasiado largas. De nuevo la primera taza de café no te soluciona nada. Y Sally se esconde aún más ¿Acaso es Marianne? Dejémosla pasar, de todas formas no fue invitada ¡como siempre! La ventana de Ofelia refleja la luz de la luna. El amor mágico no existe. Espera los cambios que no llegan, pero ella existe de verdad. Las estrellas se conforman allá a lo lejos. Y llora, Ofelia llora porque está convencida de que existe de verdad. Y baila, Ofelia baila no para los demás, Ofelia baila para sí misma. Sí, existe realmente. Alguien la consuela desde el fondo de la habitación.

Un, dos, tres, hay espacio para todos. La lluvia nos respetará a todos. Sólo hará que brille el asfalto. El Expreso de la calle principal tiene la caldera a punto. Sábado por la noche en Berga. Todos a una uh uh uh …Hunter’s Point, Chinatown, chicanos, irlandeses. ¿Descendientes del rey Olaf en la autopista? La chica de George ya no encuentra satisfacción ¿Hay algún ángel que trabaje en los grandes almacenes?. Cada día tomas lo que no puedes tomar, pero ¿quién sabe si vivir discretamente será la mejor solución? Y al octavo día Dios creó la harmónica. Todos tenemos nuestro propio himno. Y la suerte en el black jack nos ha olvidado a ti y a mí. Demos una vuelta a la manzana a ver si encontramos una estrella negra bailando el rock&roll. Pregúntale al hombre de las medicinas cuánto dinero ha ganado hoy. Los seres maravillosos también se equivocan. Seguro que Elliott también lo siente así. Uo,uo,uo. Shek,shek,shek Muddy no le regaló el sombrero a Elliott ,y damas llevan niños de la mano mientras Elvis Presley escribe cartas a su padre. Desde Brooklyn puede verse Memphis, sobre todo en los días oscuros y Elvis sonríe mientras Nueva York le da la bienvenida. El escalofrío sube por la médula espinal. Y el loco baila, baila, baila, sube, sube, sube, las escaleras no importan, en lo alto espera Elliott de la mano de Elvis,y ambos sonríen. Pero hay alguien más. Escurridizo ¿huraño? Te necesito, ¿Quién no necesita a nadie? ¿Quién no necesita que le digan que Marilyn no se difuminó en el crepúsculo?.

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Las luces de la noche sólo traicionan a los que les son hostiles.Y se invoca al espíritu de la Factory justo en el momento en que la banda sonaba más a sí misma no sin rezumar una especie de bohemia fragancia parisiense que buscaba a Henry Miller en la Rive Gauche. El Ángel Demonio ya no aúlla, y es por eso que L.A. Woman se parece cada vez menos a Norma Jean, y Murphy (para beneficio de ambos) se parece menos a Morrison. I’cant get no satisfaction ¿Quién no ha mentido alguna vez?. Pues no creo que ninguno de los que asistimos al concierto transpirásemos ninguna gota de sudor insatisfecha o que diéramos por mal empleada. Si hay que ponerle eco a las canciones de Elliott éste debería ser el eco que ha conseguido traspasar montañas y rascacielos para llegar hasta el corazón de los que no han perdido la esperanza de ser considerados alttgo más que unos simples actores secundarios. Ni qué decir tiene que si hay una harmónica que ha oído hablar de ese eco es la de ese Murphy que planea sobre campos de maíz sembrados de tambores neoyorquinos camino de California. Y los poetas pintados le invitan a visitar la casa de Elvis, y él teje con su guitarra una frase que hubiera firmado Frankie Lee antes de entrar en el purgatorio. Nacido para correr ¿Pero tú sabes hacia dónde correr? A cualquier parte menos a Hollywood Boulevard. Parece que el poeta canta desde un vagón de mercancías vacío. Los bailarines pintan cuadros, las magnolias han florecido en las riberas de Green River. Y Olivier arranca esos aplausos que tanto se merece, mientras el maestro canta ahora desde el Mississippi una canción para todos los solitarios del mundo. Ahora las calles nos pillarán de bajada ¿quién dijo que Berga no se parece en nada a San Francisco? Aún hay tiempo de recordar al Gran Shamán en su momento de mayor Gloriaaaaa.. Ningún Morrison se quedará sin su parte del pastel. Dulce, dulce, dulce fandango cantan los niños Oh,oh,oh,ah,ah,ah.

Pero es obligado decir que vaya donde vaya la sorpresa, ahí van los que la persiguen. Y el hechizado también. Y sucumbe siempre embriagado por la música, y los que le rodean saben que no está allí por casualidad. Alguien del grupo se adelanta y parece como si le estuviera pidiendo un baile. Las Cenicientas pululan por la barra del bar. ¿El dulce corazón del rodeo? ¿Los tambores del subterráneo?.

Aquel tipo que parecía poseer sus propios métodos de vodoó, que bailaba y jaleaba los temas de Murphy en una especie de intercambio de golpes, llevaba una carpeta con la que improvisaba una guitarra. De repente se hizo el silencio, los músicos quedaron paralizados en el escenario, los espectadores también, el tiempo quedó en suspenso…. y aquel tipo se dirigió a nosotros como si nos conociera de toda la vida y nos pidió que le ayudáramos a conseguir un autógrafo de Elliot antes de que cantara el gallo. ¿Que podíamos decir?.

Abrió la carpeta y el propio Murphy apareció sentado sobre la barra del local. Las Cenicientas, se apartaron. Xavi intercedió a favor del personaje en cuestión mientras Pablo, el cazador de sonidos asentía desde la mesa de mezclas y Paco le daba un empujoncito de ánimo, mientras Gloria y Ana sabían que lo conseguiría. Y Jero hizo sonar en su mente uno de sus mejores solos de guitarra, uno de esos solos que harían enmudecer al mismísimo Ritchie Blackmore, pues pensó que el acontecimiento se lo merecía. Elliot tenía en sus manos un ejemplar de Popular 1 del año 76,en el que había un artículo sobre él con motivo de la salida al mercado de su tercer disco Night Lights. Sólo un apunte: ninguno de sus dos discos anteriores había sido editado en España hasta aquella fecha, y el tercero tampoco lo sería hasta bastante después. Elliot hizo un gesto de asombro estampando su firma junto al titular: EL HEROE DE MANHATTAN. Y le dio la mano al tipo aquel, y este le dio las gracias a Elliott y Elliott le dió las gracias a él.

El concierto aún duró un buen rato, y aquel tipo nos dijo antes de desaparecer que se llamaba Jose y que no estaba allí por casualidad. ¿Que más podríamos añadir?. Dejemos que el cordero siga yaciendo en Broadway, y que El Hombre siga los caminos de los hombres verdaderos.
JOSE, EL MAQUINISTA DE LA GENERAL

Elliott Murphy en Berga 2010 :

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