21 Feb Springsteen está vivo
Crítica de «Wrecking Ball» por Agustin de Grado Medrano/The Stone Pony.
on un pedestal en la historia del rock and roll que ya nadie podrá arrebatarle, 63 años a las espaldas y una cuenta corriente de la que podrán nutrirse varias generaciones, no deja de sorprender la fortaleza de Springsteen para mantener viva su capacidad creativa. Podría disfrutar del rédito y recrearse en la fórmula del éxito. Le bastaría para seguir llenando recintos, noche tras noche, con su legendaria exhibición de derroche físico e interpretación apasionada. Pero no sería Springsteen. Sería un remedo. Una farsa grotesca. Y él es todo lo contrario: una voz honesta. Con la que puedes o no estar de acuerdo en el camino que elige en cada momento, pero a la que reconoces hacerlo sin atender a otros intereses (mercado, listas de éxito, fans…) que no sean los de las convicciones íntimas del propio artista. A la monumental trilogía del rock que fue “Born to Run, “Darkness On the Edge Of Town” y “The River” le sucedió el desnudo “Nebraska” y cuando Springsteen alcanzó la cima del éxito mundial con “Born in the USA”, huyó de ella con el intimista “Tunnel of Love”. Luego llegaron discos sin la E Street Band, experiencias folk, contoneos con el pop…
Nos entrega ahora “Wrecking Ball”. Otra excelente demostración de su capacidad para reinventarse sin ceder a la nostalgia. Porque quizá esta sea la clave de su dilatada carrera sin una merma de credibilidad. No lo tenía fácil: primer disco sin Clarence Clemons, icono de la comunidad creada por Springsteen y parte esencial de su sonido. El resultado es espléndido. Y original. Once temas repletos de vigor y energía en los que funde todos los estilos de la música popular americana en algo novedoso y excitante. “Wrecking Ball” es heredero del Springsteen seducido por el folk en “We Shall Overcome” de la Seeger Sesions, pero no se trata de una entrega continuista. Springsteen ha creado algo nuevo (seguro que muchos fans se verán desconcertados con tantos samples, loops de batería e incluso el guiño al hip hop en “Rocky Ground”) con ingredientes de la máxima calidad. Los que añoren el sonido musculoso de la E Street Band se sentirán reconfortados precisamente en los dos himnos patrióticos de un álbum cargado de reproches por las promesas rotas. Son “We Take Care of Our Own” (“Cuidamos de los nuestros allá donde ondee esta bandera”) y “Land of Hope and Dreams” (“Sube a este tren donde los sueños no se verán frustrados, sube a este tren donde la fe será recompensada, sube a este tren con sus ruedas de acero cantando como campanas de libertad”). Esta última, la mejor canción que ha compuesto Springsteen desde 1999, conserva el poderoso saxo de Clarence Clemons en una versión que conocemos desde que la estrenara aquel año en Barcelona, pero ahora contextualizada mejor su espíritu gracias a un profundo arranque gospel y un tributo final al “People Get Ready” de Curtis Mayfield similar al que ofrecía en directo. También se escucha a una E Street Band renovada en la fabulosa “Wrecking Ball” (“Cuando tus mejores esperanzas y anhelos son esparcidos al viento y los momentos duros vienen…”), anuncio de lo que será la banda sin The Big Man, donde la épica del saxo, e incluso de las guitarras, puede ser sustituida por el ardor interpretativo de Springsteen y una trompeta valiente.
En este viaje en busca de un nuevo sonido, Springsteen ha vuelto a buscar en las raíces para actualizar el legado de Woody Guthrie y completar un puñado de historias para tiempos difíciles. Canciones de lucha en la vida cotidiana, como siempre. De fe y esperanza en los valores compartidos, como siempre también. Pero salvo “This Depression”, todas musicalmente animosas, cuando no bailables y con frecuentes palmas acompañando sus estribillos.
“Easy Money” y el lamento de “Death To My Hometown” se cantarían a coro en cualquier taberna irlandesa mientras las pintas corren de mesa en mesa. “Shackled and Drawn” es enérgico gospel rural. “Jack Of All Trades” combina la ira de su letra con un vals emotivo al que pone punto final un sorprendente e intenso solo de guitarra, el mejor de Bruce en años. “You’ve Got It” nos muestra al Springsteen más reconocible en un corte sensual que tendría hueco en sus discos más rockeros.En “We Are Alive” galopa el country sereno de “My Oklahoma Home” y “Tomorrow Never Knows” con aires de frontera en trompetas que evocan al “Ring of Fire” de Johnny Cash.
Sí, Springsteen está vivo. Hace ya más de tres décadas que creó sus obras monumentales. Pero la vida avanza, algunos de los suyos han quedado en el camino, y el cantautor de New Jersey no está dispuesto a detenerse en la complacencia. Estaría traicionando lo que es, un compositor de canciones: “De eso trata mi trabajo… gente que tropieza con sus ilusiones, las deja de lado e intenta avanzar un poco más y encontrar algo real. Y después chocas con tus ilusiones más profundas, intentas evadirlas y mientras pasas por todo esto intentas no perderte en la distorsión de la fama, el éxito y todo lo que conlleva tu trabajo. Es un largo viaje”. Que dure mucho tiempo.